La literatura para niños vive en España años de prosperidad y éxito

MADRID. Suele decirse que lo ideal para objetos o personas es que no precisen de un día de celebración internacional. Es la mejor señal de que no necesitan ser reivindicados. Pero el Día Internacional del Libro Infantil, que se celebra hoy, se festeja como promoción. Los principales objetivos se han logrado.
Cincuenta y ocho países, entre los que se encuentra España, homenajean hoy la literatura infantil. La fecha no se eligió, allá por 1965, al azar. Un 2 de abril nació Hans Christian Andersen, que mucho importa en el asunto que nos ocupa, puesto que, sin duda, sus cuentos son patrimonio de los pequeños lectores del mundo entero. La International Board on Books for Young People (Ibby) promueve una conmemoración de la que en España se ocupa la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil (Oepli), integrada en la anterior y ambas, organizaciones no gubernamentales. En la Oepli hay cuatro secciones, una por cada idioma de España.
Situación optimista
Xavier Senín, director de la entidad, no puede responder con cifras exactas a la situación española en lo que al libro infantil se refiere, porque, dice, «no tenemos datos fiables, pero sí puede afirmarse que estamos entre los cinco primeros países que más y mejor producen literatura para niños». ¿Se pasa en el optimismo? «No, porque lo comprobamos en certámenes y ferias internacionales, como, por ejemplo, la de Bolonia».
Según Senín, cada sección de la Oepli festeja hoy a su manera el Día Internacional del Libro Infantil, pero suelen ser denominador común los cuentacuentos en las escuelas y bibliotecas, los personajes de ficción en las librerías, la asistencia a los centros de escritores y editores, maratones de lectura... Comenta que en Galicia corre a cargo de la Xunta que a cada niño que compre un libro se le regale otro.
Estos abonos a las semillas que van sembrándose en la escuela o la familia son fructíferos a la hora de lograr lectores del mañana. Porque, como explica María Jesús Gil, de la editorial SM, que como jefe de proyecto de ediciones de la firma para edades comprendidas entre los 6 y los 18 años es una especialista que hay que tener en cuenta, dice que el bajón en la lectura de los menores se produce cuando alcanzan los trece años. «Si después de esa edad continúan leyendo se convierten en lectores para siempre», augura.
Comenta que el «boom» de la literatura infantil y juvenil en España se produjo en los ochenta. Hasta entonces abundaban las traducciones, sobre todo de autores escandinavos, suecos y alemanes. «Premios como el Barco de Vapor de la Fundación Santa María animaron a los escritores españoles y la verdad es que hoy muchos de ellos venden cientos de miles de ejemplares, cifras muy superiores a las de los libros para adultos», afirma. Se alegra del éxito mundial de Harry Potter, porque hace que se lea más.
Sobre los gustos de los niños españoles asegura que se decantan por la fantasía y el humor, aunque a partir de los 12 ó 13 años gustan también del realismo: separación de los padres, problemas propios, en un etcétera que los acerca al mundo cotidiano. Gil cree que en los últimos cinco años la literatura infantil en España ha seguido en alza. Senín corrobora esta opinión al estar convencido de que «en la actualidad se lee más que nunca en edades infantiles». Una de sus aspiraciones es que la literatura infantil deje de ser, en casi todas las lenguas del mundo, de segunda división. Cree fundamental trabajar en las bibliotecas escolares, de modo que los pequeños sepan que el libro no encierra sólo una complicada materia de estudio. Cada año la Oepli elige un escritor para dirigir un mensaje a los niños del mundo. Este año le ha correspondido a la austriaca Renate Welsh. De ella, estas palabras: «Al principio, la niña leyó letras; más tarde, las letras se hicieron palabras, y las palabras, frases y, al final, cuentos. Montó sobre elefantes, fue en canoa y se deslizó sobre el hielo. En el castillo del Rey estuvo sentada en una silla de oro, y en la tienda de los indios sobre una manta de colores». La vida en compañía.
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